Convertirse En Un Santo

Solemnidad de Todos los Santos

Santa Margarita María – Wichita, KS

Apocalipsis 7:2-4, 9-12; Salmo 23:1b-6; 1 Juan 3:1-3; Mateo 5:1-12a

Como ustedes saben, hay días durante todo el año reservados para la conmemoración de ciertos santos. El doce de diciembre es Nuestra Señora de Guadalupe; el dieciséis de octubre es Santa Margarita María; el veintiocho de octubre es San Judas; el primero de octubre es Santa Teresa de Lisieux. Y así, mientras tenemos la tendencia a usar hoy, el Día de Todos los Santos, para celebrar a todos los que no tienen su propio día—lo cual es cierto!—este día tiene un significado mucho más profundo para cada uno de nosotros. ¡Es nuestro recordatorio de lo que es verdaderamente importante en esta vida! ¡Tan importante, que es un día de obligación! Es tan importante, que la Iglesia nos llame a todos a celebrar este día para que podamos recordar esto cada año. ¿Recordarnos de qué? Bueno, creo que León Bloy lo dijo mejor cuando dijo: “existe una sola tristeza, la de no ser santos” (Bloy, La femme pauvre, París, II, 27, citado en Francis, Gaudium et Exultate, 34). Hoy estamos llamados a recordar nuestro gran llamado: ser un santo.

Para muchos de nosotros, es fácil estar absorto en las tareas cotidianas de nuestras vidas. Estamos absortos en las muchas cosas que demandan nuestra atención: llevar a nuestros hijos a la escuela, el trabajo, las cuentas, la comida, el sueño. Pero, al mismo tiempo, olvidamos de qué se trata todo esto: nuestro llamado a la santidad, nuestro llamado a ser un santo, nuestro llamado a ser un día uno de esos santos sin nombre que celebramos hoy.

Para mí, cuando escuché que se supone que debo ser un santo, siempre me reiría y diría: “Eso está bien, pero…” Quiero decir, sí, quiero ir al cielo y todo eso, pero eso solo sonaba tan abstracto y fuera de mi alcance. Después de todo, ¿cómo se ve esto? Día a día: ¿cómo se ve esto? Porque, una vez más, todos tenemos esas cosas que demandan nuestra atención todos los días. “No tengo tiempo para ser un santo si eso significa que tengo que estar en la iglesia todos los días, o orar todo el tiempo, o ir a misa todo el tiempo, o algo así.”

Pero, eso no es, en absoluto. “Para ser santos no es necesario ser…sacerdotes, o religiosas o [estar en la iglesia todos los días]. …Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.…¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote…de tu esposo [o esposa], como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús” (Francis, Gaudium et Exultate, 14). ¡Es a través de estos pequeños gestos en nuestra vida diaria que crecemos en santidad! Es así de simple. Simple, pero extraordinario.

Entonces, ¿qué es un lastre a nosotros? Bueno, creo que es porque creemos que ser santo nos hará menos felices. Pensamos, “Para ser santo, no puedo divertirme más,” o, “Tengo otros objetivos en la vida y ser un santo…Voy a hacerlo luego.” Así que, déjame decirles esto: “No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser.…No tengas miedo de apuntar más alto…[De nuevo, como dijo León Bloy], en el fondo…en la vida ‘existe una sola tristeza, la de no ser santos’” (Francis, Gaudium et Exultate, 32 and 34).

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